Alta madera –haut bois–, oboe:
el bosque está aprendiendo la fugaz
canción del ruiseñor para decirla
con tu lengüeta, luego, ensimismada.
Y también reverdece el corazón
del hombre en su enramada, y en el beso
cerrado de sus labios con que viste
el aire de hermosura y luz no usada.
y todo es canto fino. Y se adivina
el regreso de Mozart. Míralo,
vivace y verdadero, como es,
e inmortal. Y en su llama tiembla el aire
de su alegría y su melancolía.
Y brotan agilísimas sus manos
y sus oídos vivos y sonoros.
¡Oye el éxtasis largo de sus aves!
Acaso sólo somos cuando oímos.
Acaso sólo somos porque oímos
la voz del bosque, el corazón del hombre,
la gracia y la cordura y la locura
del ruiseñor que está, que está cantando
en el oboe, en su florida rama
de noche, en la espesura del
asombro.         
                        
                                









 



                                           
   
                             
             
Rafael Alfaro y la música | SIguiente