A mi madre, a sus 92 años









T
ú eres lo más parecido a Dios que conozco
y se debería descalzar la tierra donde pisas.

Llameas junto a mí arrugada, frágil,
noblemente encorvada,
pero crecida, enhiesta,
con qué poder de amar y cuánto fuego.

Tú eres la voz y el corazón, la zarza ardiendo
que tarda mientras vive en consumirse.

Pues ardes por encima del tiempo
y todos los días son tu día, y todo el amor es tuyo,
tú, tan humana, tan deshojada y débil,
rosa grande que dejarás abierto
hasta el fin tu perfume,
por deshojada hermosa,
destinada a morir.


                   Jesús Mauleón
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