Es
inútil. No sabe. Juega a cosas que no valen la pena, a sintonías,
a palabras, a llantos y alegrías, menos aún, a pájaros
y a rosas. A
veces
juega a cartas misteriosas que nadie entiende o juega a fantasías
o a esta fugaz baraja de los días, a este vivir cazando mariposas. Al
fin se queda solo, veranea en su mundo inventado y se procura, a duras
penas pan y, apenas, vino. Pero,
cuando se sueña, cuando crea, es un niño embriagado de ternura
que está como jugando a lo divino. José
María Fernández
Nieto |