Tras el balcón cerrado, sin que puedas
dejar de ver esas plomizas masas
en este cielo vizcaíno, pasas
las horas de neblina y humaredas.

No dora el sol de ayer las alamedas
ni da en los miradores de las casas.
Todo es un velo fúnebre de gasas
y un palio melancólico de sedas.

Pero ¿por qué no ir allá, si ahora
el buen otoño de mis campos dora
los racimos del año y, si quisieras,

en los huertos morunos de mis granjas
te ofrecería ramos de naranjas
y un sol tras de las bíblicas higueras?

                                

      
 


 
    Poesía de Trascendencia | Rafael Sánchez Mazas | Siguiente