Á
rboles que vuestro afán consagró al centro del día
eran principio de un pan que sólo el otro comía. ¡C
uántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol
y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos! A
ndaluces de Jaén,
aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién
son estos olivos? J
aén, levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas
a ser esclava con todos tus olivares. D
entro de la claridad del aceite y sus aromas, indican tu libertad
la libertad de tus lomas. |