Si el tren, veíamos, era para
Miguel madre amorosa de corazón herido, la metáfora nos lleva
ahora a identificarlo con un poderoso caballo metálico otrora
piafante (resoplido de la máquina de vapor), de salvajes
relinchos (sirena) y duros cascos (traqueteo de las ruedas),
pero que ahora, con respeto y devoción por la delicada carga
de sufrimiento que transporta, enarena los cascos y el
aliento, se descalza como Moisés ante la zarza de Yavé.
En ese tren de sangre y muerte se
pueden contemplar los heridos de todas las guerras y todos los
crímenes. Más aún: la vida es un misterioso viaje sin
estaciones (Parad el mundo, que quiero bajarme). Hay
sufrimiento y muchas preguntas. Dámaso Alonso, en su
impresionante Mujer con alcuza, desarrolla la alegoría
de la vida como camino. La protagonista ha gritado en la
oscuridad..., "y estaba sola, / y ha preguntado / quién
conducía, / quién movía aquel horrible tren. / Y no le ha
contestado nadie, / porque estaba
sola..." |