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¿No te sucede a ti? Quizás
a media
noche, ¿no te despiertas con un ave
en tus manos,
un trino que aletea,
en tu lengua, no sé, tal vez un sueño
cazado de repente,
una llamada
al teléfono,
un verso o un relámpago
como una lagartija, una caricia
de un ángel que, de pronto, se te esfuma,
una sonrisa inesperada,
un salto
del corazón por alguien
que regresa
de lejos?
Y hay que abrir
y hay que encender
la luz o el vino o las conversaciones
polvorientas...
A ver, cómo era el viejo
salmo, aquel que decía que los labios
se llenaban de risa y de cantares,
porque habrá que poner en pie la danza
hasta cansar la noche que nos queda.
Y sin saber por qué,
te asomarás
a preguntarle al gozo de tu espejo
a ver, a ver por qué, por qué no puedes
pegar un ojo de alegría.
Y eso
que el mundo no va bien.
Y tú lo sabes.
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