Como un adagio está la tarde lenta
interpretándose a sí misma. Y triste
oyes la melodía que no sabes
si es del violoncelo o del crepúsculo;
si es un sonido tenue en un silencio
cada vez más oscuro o es el canto
de la muerte que toca su tristeza
visible en unas cuerdas invisibles.

Todavía es otoño, y en los árboles
el viento dialoga con el frío
o con el esqueleto de sus ramas
en las deprecaciones de su música.
Y todo, de repente, queda mudo
como si el hielo hubiera agarrotado
las manos del artista y se apagaran
la melodía, rallentando, el día...

                
Rafael Alfaro y la música | SIguiente