Cuando
llegaron sus verdugos lo encontraron florecido con ademán de vientre,
golpeáronlo despiadadamente en su amoroso verde y él de
vez en cuando soltaba un pájaro o gemía mariposas.
Nadie
lloró cuando alargó sus raíces, acariciando
aún con vida la tierra cercana. Y
por el pasillo angosto, a él, que era alto y ancho, sacáronlo
en tandas. Sólo
sus arterias sollozaron cuando una brisa pasajera le desarmó las
últimas ramas. |