Vuestro
tronco era esbelto y verdecía, sorbiendo soles allá en el cerro
alto: os arrancaron del paisaje un día, para dar sombras sobre
el negro asfalto. Estáis
aquí, anclados en la acera, para manchar de verde el gris urbano;
se alarga en vano vuestra larga hilera por ver el monte en el azul lejano. ¿Qué
cruda mano os puso en estas calles sin secreto, de ruido atormentadas?
¿Por qué os hurtaron a los hondos valles llenos de dulces tardes
sosegadas? La
tórtola no vierte sus arrullos, árboles de ciudad, en vuestras
ramas; ni escucha vuestra copa los murmullos que el viento dice al bosque
y las retamas. |