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Si
un día, al despertar, veis que en los brazos os han crecido ramas,
que minúsculas hojas como estrellas brotan de vuestros dedos, y
que la piel se os cubre lentamente de un musgo serenísimo.
Si no podéis andar, porque una hermosa
maraña de raíces nace de vuestros pies y os encadena
buscando entre la tierra las ocultas respuestas a la sed, el ciego origen
de la piedra y el agua. Si el viento
es algo más que una llamada batiendo los cristales, y se acerca
a vosotros y os acuna con antiguas canciones, desvelando a los pájaros
lejanos que os arden en el pecho. Si
el río es un vecino venerable y su voz os alienta y acompaña
en las tardes oscuras, y alumbra vuestros ojos describiendo sus remotas
andanzas, el clamor de sus huellas imposibles... |
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| No
temáis, el milagro se ha hecho luz vegetal, fructificada promesa
en vuestra sangre: Árboles sois,
anclados universos, esperanza de humanas primaveras, prisioneros y libres.
No os preocupe la especie ni la forma: es igual ser ciprés, nogal,
olivo, araucaria o enebro. Lo que importa es disponer de sombra y ofrecerla
a todo caminante, vigilar en silencio los cruceros, y aguardar la llegada
de quien quiera grabar en vuestro tronco unas pobres palabras de tristeza,
un radiante dibujo de alegría, o una fecha de amor entre iniciales.
Antonio
Porpetta
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