curre
a veces que la mano toca el cielo y no lo sabe. Estaba Dios aquí.
¿Lo habéis sentido? Estaba en la sonrisa de aquella flor del
cáncer.
Ella
no lo sabía del todo, pero a veces le exaltaban tumultos de Dios por
todas partes. Tanto que repartía Dios en cada mirada. Tanto que
entre las sábanas le crecía, abrazándole, y se llenaba
toda de un Dios multiplicado como se llena una hostia grande. Ocurre
a veces que la mano toca más allá de la muerte y no lo sabe. Estaba
Dios aquí. ¿No lo habéis visto? Y al callarnos se oía
la Eternidad crujiéndole en la sangre. Francisco
Garfias |