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A
veces voy por un camino y el aire huele a lluvia, y pasa un niño
abandonado y llora, como si recordara los árboles en sombra, los
pasillos en sombra, los juguetes que se perdieron en un pozo. Pero yo
voy por el camino blanco y el camino se alarga, como el miedo a estar vivo.
El cielo se ha puesto grande, igual
que el techo de los palacios. Nadie se vuelva atrás: estamos ante
la noche, al raso, puros, lavados por el agua que vino de tan lejos. Y
la ciudad se ha hundido como un barco en desgracia. Y ya no queda nada...
He
vuelto a creer en Dios, y en las puertas cerradas, y el humo, y el milagro.
Tengo fe en el camino que se pierde, con sus piedras y sus matas secas,
y de nuevo sus piedras, y la lluvia, y todo lo que es ruina y desamparo. Tengo
fe en el camino y en las catedrales de Dios, y alzo los ojos para hablarle,
y la lluvia, entonces, me da en los ojos, y Dios no está aquí,
pero está aquí. Y avanzo. Carlos
Sahagún | |