N
o te entristezcas porque alcances a oír,
cercanos de tu cuerpo, borrosos pasos: ya ves, todos nos moriremos...
No estés triste. Olvida. Olvida... Tú recoge tu desdentado
sonreír, ponte a la hora en el recuerdo, sal a vivir, pero al contrario:
¡qué
sonrosadas tus mejillas! ¡cómo te miran hoy los hombres!
¡tu hombre, hoy, cómo te mira! Su hermoso impulso por tu vientre. O
bien el pueblo:
"¡qué bien huele el campo ya; cuántos colores!".
O bien los hijos: "el Antonio va debilucho; ay, Felipe, ¿otra
vez andas sin las suelas?". |
...
P ero
tus canas, tu reúma, no existen. (Dalos al olvido.) Anda, prepara
el cucurucho. Que estén calientes. Como estas palabras mías.
(Olvida. Olvida...) ¡Dios, qué sabrosas tus castañas!
No me des cambio. Ilusionados caramelillos de los nietos. Adiós.
Sonríe. Así. Recuerda, cuando me vaya. ¡Tú
también puedes ser joven todavía
! Mariano
Roldán
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