Juan Mollá    


S ólo el niño conoce los colores. La brizna
de la hierba, la mariposa azul, la mariquita grana,
los granitos de polen.
Niño feliz con los primeros lápices
de colores.
La gran página en blanco
y en la mano la gloria de los ojos.
Rayas, estrellas. cruces, garabatos
y peces de colores.
Niño feliz inaugurando el verde,
el índigo, el naranja y el violeta.
Rayos de añil, relámpagos de oro,
rúbricas orbitales, torpes ajedrezados
de marrones y glaucos y sienas y escarlatas.

A sí, desde las flechas
de cazadores ágiles de ciervos
sobre lienzo de roca en negro y ocres
al frenesí de los vitrales
encendidos de púrpuras y cielos
desmenuzados, en delirio
de príncipes.
En el primer cuaderno de la escuela
y en códices polícromos,
el verde brinca, el carmesí cornea,
y el carmín ríe, y el morado clama
y el rosa se declina,
se enciende el amarillo y pone el gules
su sello real.

Y  tacha y cruza y danza,
corre, caracolea, torea sobre el ruedo
del papel ya cuajado
de estrellas, de sombreros y claveles,
la mano con la furia inocente del niño
entusiasmado.

N iño feliz con las primeras tizas,
con los primeros lápices,
con los primeros pájaros,
con las primeras flores,
con los primeros peces,
con los primeros sueños
de colores.

N iño feliz pintando para siempre.

                      

  Para MAYORES | Bendita memoria