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Señor,
no he perdido la fe. Creo en Ti. Existes. Has hecho el Universo. Lo conservas.
Has creado a los hombres y alientas su vivir. Desalentado. Puedes aniquilarlos.
Eres justo. Y sé que nos aguardas tras el vaho más último
que se desprenda de nuestros pechos. Es tu mano lo que no sé sentir
entre las mías. Tu mano que a diario apretaba, temblorosamente.
Desgarradamente. Apasionadamente. No digo que fue alucinación
esa tu entrega palpitante y sensible oh, aún conservo unas
sutiles rayas en la palma de mis manos. Pero hoy... no sé pedirte
nada. Ni siquiera mi aliento fluye desesperado hacia tu pecho. Porque
hoy tiene forma de niebla estancada es de noche en la
vasija de este pecho mío.
María
Elvira Lacaci
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