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sta niña, despierta en su
cuna, que descubre la gran maravilla de sus manos danzantes al aire
en el rito auroral de la vida es mi nieta. Se cuenta muy pronto una historia
tan larga. La mía, que descuenta su tiempo y confunde con los años
los meses y días, ha ensanchado su cauce. Las aguas que en los
hijos se vieron crecidas han abierto al futuro horizontes hacia sólo
soñadas orillas.
a
niñez de los hijos es
clara vocación de destino, gravita peso dulce y terrible en el
hombre, perfecciona el amor, edifica el albergue del nombre y la sangre,
nos exige azarosa vigilia, portadores de frágiles vasos, hortelanos
de tiernas espigas, caminantes por cumbres nevadas, plantadores del prado
y la viña. | |
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a niñez de los nietos
es carga dulce y leve en los hombros sin
prisa. La aventura se cumple y sosiega al mirar en las limpias pupilas
reflejados los dedos que danzan en el rito auroral de la vida, invención
del juguete y del juego, balbuceo inicial de la risa.
u
alegría
indecisa, su
llanto querencial
de alimento y caricia, las oscuras raíces que ahonda en la entraña
del ser, día a día, anunciando en lejanos mañanas
horas plenas que ya no son mías, a la vez que me afirman me niegan,
su esperanza es en mí despedida, el relevo de paz, aceptado cumplimiento
final de mi hombría. Ildefonso-Manuel
Gil |
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