tí me acerco, madre tierra,
madre del pan y la alegría,
junto mi amor al de tus frutos,
uno tu sombra con la mía.
Canto tus noches, las desdoblo,
canto mi aurora definida,
comparo azules de tus ríos
con los que ahora me transitan.
Soy un espejo de tu espejo,
remedo párvulo, primicia,
pero ya puedo sostenerme
junto al puesto de las henchidas,
de las cosas madres que tienen
un dulce vaho de sufridas.
Cuéntame ya en tus filas, madre
de la acémila y de la espiga,
de los torrentes subterráneos,
de cordilleras y colinas,
de las fecundas selvas verdes
y las piedras entorpecidas.
Ensanchaos y recogedme
como una más en vuestras filas
y mis latidos acompañen
vuestro flujo y vuestra sonrisa.
Por lo estéril pasé mi mano
apresurada y compasiva;
lloré los vientres solitarios
y gemí al son de las vacías.


Pero ahora es tiempo de cantar
la embriaguez y la maravilla
y acunar bajo las estrellas
el nuevo sueño que me habita,
peso que duele y acompañan
las gravideces infinitas.
Grávida madre, tierra madre,
grávida luz, sol que gravita:
¡Acompañadme y asistidme
en la hora definitiva!
                                        






























   

   




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