¿ué tiene, Señor, el aire,
    qué vino la luz dorada,
    que me siento un esponjarse
    de la tierra que me funda,
    que las raíces me laten,
    y percibo un aIeteo
    oreándome la carne?
    ¿Por qué la palabra en flor?
    ¿Qué hay dictando por la tarde
    que no se puede pensar
    bien ni mal, sino dejarse
    llevar como los vilanos
    por el soto de los aires?
    No me sirve ritmo, verbo
    para decir lo que arde
    dentro de mí al mismo tiempo
    que dora el sol los trigales.
    ¿Qué mano ha dejado el monte
    tal un cristal resonante,
    y aclarado más el río,
    y ha puesto más verde el talle
    del campo y las amapolas
    ensimismadas de sangre,
    y ha levantado sonrisas
    en las bocas en que nadie
    alzó banderas alegres
    y diciendo más que saben?
    Está amasada la luz
    con gracia perfumeante
    y la tierra embarazada
    de agosto amarillo y panes.
    En este corazón chico
    tanta evidencia no cabe,
    y tengo miedo que el gozo
    con el vaso se derrame.
    ¡Cómo late ahora el mundo
    claridad de claridades!

    






 

 

 

 

 

  



        
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