C
on tus manos morenas y afiladas en el jardín estás jugando
ahora siempre la misma, loca y reidora con alegres cerezas
encarnadas. P
arecen en tus manos enjoyadas un aderezo nuevo de rubíes.
Juegas con las cerezas y sonríes viéndolas en tus dedos enredadas. L
a más redonda, fresca y roja muerde tu diente blanco, y al gustar
la verde carne que no está dulce todavía, la
tiras por el aire sonriendo mientras yo me pregunto: ¿no estaría
mi ensangrentado corazón mordiendo? |