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Entro,
Señor, en tus iglesias... Dime, si tienes voz, ¿por qué
siempre vacías? Te lo pregunto por si no sabías que ya a
muy pocos tu pasión redime.
Respóndeme,
Señor, si te deprime decirme lo que a nadie le dirías: si
entre las sombras de esas naves frías tu corazón anonadado gime. Confiésalo,
Señor. Sólo tus fieles hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte. Miran
acá, miran allá, asombrados, ángeles, puertas, cúpulas,
dorados
Y no te encuentran por ninguna parte. |