Siento
a Dios que camina tan en mí, con la tarde y con el mar. Con él
nos vamos juntos. Anochece. Con él anochecemos. Orfandad...
Pero
yo siento a Dios. Y hasta parece que él me dicta no sé qué
buen color. Como un hospitalario, es bueno y triste; mustia un dulce
desdén de enamorado: debe dolerle mucho el corazón. Oh,
Dios mío, recién a ti me llego, hoy que amo tanto en esta tarde;
hoy que en la falsa balanza de unos senos, mido y lloro una frágil
Creación. Y
tú, cuál llorarás... tú, enamorado de tanto enorme
seno girador... Yo te consagro Dios, porque amas tanto; porque jamás
sonríes; porque siempre debe dolerte mucho el corazón. |