A
los cinco meses de contienda en Madrid, es destinado Miguel al Comisariado de
Guerra instalado en Jaén. Allí dirigirá la animación
cultural de Andalucía y la revista Frente Sur, donde publica artículos
y algunos poemas como Aceituneros. Le crispa la despreocupación
de los jaenenses. Y sacude su modorra con estos inteligentes versos de buena catequesis
revolucionaria. Durante la transición democrática, la versión
Jarcha de este poema escrito en coplillas como para ser cantado, despertó
la naciente conciencia andaluza (Andalucía vive se titulaba genéricamente
el disco).
Desarrolla
Hernández, con extraordinaria belleza plástica, su cosmovisión
integradora de la tierra y el hombre en la armonía del universo. Pregunta
a los campesinos, como lo haría en sus mítines por los pueblos,
quién levantó los olivos, quién los cuidó, a quién
pertenecen... La dialéctica explotador/explotado (os sepultó
en la pobreza) exige una solidaria y enérgica praxis de liberación:
de la esclavitud (los pies y las manos presos) a la libertad (Levántate
brava).
|
A
ndaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos? N
o los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la
tierra callada, el trabajo y el sudor. U
nidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos. |
|