Ni el teléfono

Ni el teléfono fijo, ni el móvil,
ni mi programa de Internet para telefonear                                                             al mundo,
ni decir "madre" con el alma a gritos...
Nada, nada
me devuelve tu voz, ¿cómo te has ido
tan lejos de la mano de la muerte?

Pero si a Él le llamo,
no tardará un instante.
                                          Apago
pantallas y aparatos, cierro
todas las conexiones
e, igual que siempre,
lo amo ya aquí poderoso y amigo.

Madre:
tengo en mi casa a Dios, desde hace vidas,
desde hace amor, desde hace llantos,
Él es mi casa, me protege, vivo
con Él, por Él más allá de la lluvia, altísimo
frente a la soledad, seguro, con la muerte
debajo de mis pies.

Lo llamo Amor, y oigo en su voz
la tuya.

     
  

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