quel violinista al aire libre...
Lo oías sin tener que molestarte
en abonar la entrada del concierto.
Aquí en la tierra, tan sin gloria, como
en el cielo, subía el violinista
a las nubes en busca de Stravinski,
y bajaba con él y nos reíamos
todos ante la furia de sus dedos.
Tocaba el aire de la libertad
y de la diversión. Y no contaba
los años en las cuerdas de su piel.
Pero debía ser un niño, casi
un hombre, acaso un ángel. Una tarde
nos fuimos a escucharlo en esa hora
en que siempre traía a amigos nuevos,
por ejemplo, a Roberto Schumann. ¡Ay,
dolor! Había desaparecido
por el aire, ascendido por el arco
de su violín. Entonces comprendimos
que existía la muerte y que era un hombre
aquel violinista que decíamos
que era un ángel acaso, y que tocaba
de verdad en el Reino de los Cielos.

      

  

     



Rafael Alfaro y la música | SIguiente