Primero
hay que esperar hasta que quiera
darnos Dios la razón; dejar a un lado
el hambre y el amor y estar sentado
hasta que llegue la ocasión primera.
Después
hay que sentir que se apodera
de nuestro cuerpo un fuego nunca usado
y hay que salir a la montaña armado
de tanto corazón como la fiera.
Luego
viene la caza; ir al bisonte,
llenar de vida y lucha el horizonte
y proclamar al mundo que vencemos.
Y
al terminar, en soledad, si puedes,
pintar lo que es la vida en las paredes
para que a Dios le guste lo que hacemos.
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