Amanecer
primaveral
2, 10-14

 






N
os refiere la novia a medio espabilar (2,10a):

H abla mi amado y me dice:

       
Con urgencias golosas, tiraría de las sábanas el impaciente muchacho pregonando la primavera (2,10b-11):


¡L evántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!
Porque ha pasado el invierno,
las lluvi
as han cesado y se han ido.



Hemos oído muchas veces la tierna, disparatada canción: "Cinco sentidos tenemos: / los cinco necesitamos. / Pero los cinco perdemos / cuando nos enamoramos." La pareja del Cantar no apaga, digamos más bien que ¡abre! todos sus sentidos a la alegría, a la fiesta de la primavera: caleidoscopio de colores por el suelo, tur-tureo de aves migratorias que regresan –como nuestras golondrinas– al abrigo de rocas y tejados, perfume caricioso de capullos ardiendo, voces enamoradas rondando corazones. Con cantares y vihuela / se conquista a la mozuela (2,12s):







  


B rotan flores en la tierra,
llega el tiempo de cantar,
y el arrullo de la tórtola
ya se oye por los campos.
La higuera echa sus brotes,
y las viñas en flor vierten fragancia.
¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!


Todos los poetas líricos, y nuestros amantes son poetas, proyectan su sensibilidad humanizando, demonizando su entorno. Pero también, desde la otra orilla, paisaje y paisanaje alcanzan a encender ramitas de alma, prendiendo sentimientos, incendiando pasiones.

En primavera / la sangre corre ligera, y se descubre el cosmos como casa de amor. El suelo se levanta vivo, y el querer y la flor se abren al tiempo en simbiosis de ternura. ¡Qué gran noticia, en la Judea de amplios desiertos y duros montes, la resurrección vegetal que devuelve el Paraíso y adelanta mesiánicos tiempos de definitiva abundancia!
 
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