Llamarada
divina es el rayo, "fuego de Dios" (Job 1,16), que también se
manifestó ardiendo en la zarza (Ex 3,2), y "en llamas que llegaban
al corazón del cielo" por la cumbre del Sinaí (Deut 4,11).
Pero es el fuego, antes que nada, símbolo de más alta hoguera: el
amor de Dios. Porque "Dios es Amor" (1 Jn 4,8).
Juan
de la Cruz poetiza el abrazo místico con la imagen del fuego: "¡Oh
llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo
centro!, / pues ya no eres esquiva, / acaba ya si quieres; / rompe la tela de
este dulce encuentro" (Llama de amor viva 1). Se refiere, sin duda, a una
profunda penetración (rompe la tela), dejándose invadir, hasta las
últimas raíces de su ser, por el amor divino.
Como
le sucedió a la doctora de Ávila. En su Éxtasis de Santa
Teresa, esculpe Bernini una mujer abandonada, carne y telas flotando, ojos
interiores, boca exquisitamente jadeante. Un celeste cupido beatíficamente
sonriente le abre la ropa y amaga con la flecha. Pero leamos el diario de la santa
que, refiriéndose al ángel, nos confidencia: "Víale
en las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierro me parecía tener
un poco de fuego; éste me parecía meter por el corazón algunas
veces y que me llegava a las entrañas; al sacarle, me parecía las
llevaba consigo y me dejava toda abrasada en amor grande de Dios" . Comenta
Ángel González: "Teresa describe la experiencia místico-extática
de la transverberación en términos claramente erótico-sexuales".
Pero
el Cantar es un poema de amor entre un hombre y una mujer. La metáfora
de la pasión amorosa como llamarada de Dios contituye la única alusión
a la divinidad de todo el libro. Las llamas que arden por los corazones enamorados
son, para el creyente, vaharadas de ternura del Corazón, del Aliento de
Dios. Así lo vive Ernestina cuando escribe, en el poema Dios y tú:
"Dios en nosotros, férvido. Liturgia misteriosa / que asciende
a lo divino nuestro querer humano. / ¡Dios en el cielo breve de todas tus
caricias, / Dios inmortal y puro en tu mortal abrazo!" . O, como anhela en
Ambición, más allá de las horas, del espacio, del
cuerpo, de las lágrimas, y asumiendo un papel protagonista como la esposa
del Cantar : "Cuando voy a ti / ¡quisiera ser viento, / para arrebatarte
/ más allá del cielo!" . Para
un creyente, Dios está en la vida, Dios está en el amor. Como aquella
mujer de formación cristiana que describe unas horas de intimidad con su
pareja celebraban la vuelta a casa: la reconciliación en un
lenguaje muy cercano a la mística: "Se me inundó de placer
todo el cuerpo. No tenía sobre aquello ningún control y empecé
a sentir que excedía lo físico. Era un verdadero desbordamiento.
Yo nadaba en Carlos, nadaba en Dios. Me sentía flotando en éxtasis.
Me decía Carlos que me adoraba..., que era una diosa. Alabábamos
juntos a Dios. Al fin, me vivía unificada en mi sexualidad. Y más
cerca de Dios que nunca. Al mismo tiempo, disfrutaba de una aceptación
completa de Carlos y de mí misma. Puro amor. Y así seguí
y seguí..." . Un
último apunte. El verdadero amor se vive más allá de intereses
económicos, que tanto han pesado en las transacciones matrimoniales. Entonces,
diríamos, como que se compraba a la novia con una dote (mohar). La enamorada
del Cantar denuncia esta situación tan humillante para la mujer (8,7b): |