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Bienaventurados los que lloran, porque sus penas se purifican con agua bendita
de corazón. |
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Bienaventurados
los dolientes que no se desesperan en el pavor de la tormenta, porque se les
revelarán, más allá de las nubes, mil soles de alegría. |
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Bienaventurados los enfermos que hilan espacios blancos de silencio, porque
se desplegará un día la crisálida de su contemplación
y se levantarán con alas. |
| Bienaventurados
los que descubren en la enfermedad mensajes para su alma, porque recorrerán
caminos nuevos de claridad y asombro. |
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Bienaventurados los que abren sus brazos y su corazón a la Bestia del
dolor, porque descubrirán, del otro lado de la piel del Ogro, latidos
sagrados de ternura. |
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Bienaventurados
los que sudan, pujan, jadean de sufrimiento, porque una nueva vida palpita
ya por su esperanza. |
| Bienaventurados
los que ponen su confianza en el Señor, porque no hay dolor tan grande
que no pueda ser aliviado por el ángel del huerto de los olivos. |
| Bienaventurados
los que secan la frente del hermano que sufre, porque descubrirán,
entre los pliegues del pañuelo, el icono de Cristo. |