A
veces , por las venas de las cosas
sube una luz azul, cual de presencia,
que las enciende misteriosamente
con halo de atracción que sólo eleva:
y es la rosa y el trino, y es el árbol
en flor o despojado, y es la espuma
en placidez de arena o rota en roca,
y los ojos dolientes de este niño
que hallamos por la calle; y es un gesto
generoso de amigo; y son las piedras
de las casas que vemos cada día;
y es el jazmín del pie de la palmera
del parque familiar; y son las voces
que cada día oímos; y es la noche
constelada y serena, y la mañana
cerrada en frío que no puede abrirse;
y hasta el grosor de lluvia y de la niebla:
todo es fosforescente y de milagro.

Todo encendido misteriosamente
por esta luz azul, cual de presencia,
que sube por las venas de las cosas,
lo mismo que si el mundo, todo, fuera
una zarza de Horeb que ardiera dentro…


     
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