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Yo
no distingo ya desde un piso cuarto un cetro de oro de un bordón
de palo. Y
pienso que a mil metros, desde el vuelo perdido de los pájaros,
debe de ser lo mismo la toca de una bruja que el capuchón de un santo. Y
que allá de ese vuelo más alto
muchísimo más
alto, desde el sitio de Dios, fuera del tiempo y del espacio, el
hombre no se verá ya ni grande ni chico, ni bueno ni malo. León
Felipe |