YA LE HABRÁS DADO UN BESO ETERNAMENTE

Ya le habrás dado un beso eternamente
a la niña que juega con los ángeles,
la vida pura que como regalo
llevaste nueve meses en tu seno.
Luego llegó a este mundo; diez meses más de gloria
se hizo rosa a tus pechos y en tus brazos.
Pero el enero frío nos la robó de pronto
arrancándote el alma de los besos,
arrancando la mía, que de niño
yo también la besaba y la abrazaba.

Vivió diez meses, pura criatura,
rosa toda mortal y florecida,
mas Dios se la llevó adonde se lleva
las rosas que no mueren.
                                         Y tú ahora, por fin,
en el edén del Padre de las flores,
la abrazas ya radiante de perfume.

 Estoy mirando aquí desde el destierro
la foto que llevaste en tu cartera
de mano, de corazón, sesenta años:
borrosa, desgastada, besada tantas veces.
Ni lo seguro de tu propia muerte
pudo al final robarte
su cara y su sonrisa, los luceros
abiertos, grandes de sus ojos claros. Nada
fue capaz de borrar de tu memoria
la pena mitigada y su recuerdo,
ya por mano del tiempo
más amoroso que dolido.

Ahora que estás ya allí
donde los días son de luz eterna,
bésala de mi parte, cántale
como yo le cantaba,
repite los requiebros que inocente
yo también le inventé, hazle fiestas
en la fiesta de Dios donde la vida
es ya vida feliz y para siempre.

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