Apoya
en mí la cabeza, si tienes sueño. Apoya
en mí la cabeza, aquí, en mi pecho. Descansa,
duérmete, sueña, no tengas miedo; no tengas miedo del mundo,
que yo te velo. Levanta hacia mí
tus ojos, tus ojos lentos, y ciérralos poco a poco conmigo
dentro; ciérralos, aunque no quieras, muertos de sueño.
|
|
|
|
Ya
estás dormida. Ya sube, baja tu pecho, y el mío al compás
del tuyo mide el silencio, almohada de tu cabeza, celeste peso.
Mi pecho de varón duro, tabla
de esfuerzo, por ti se vuelve de plumas, cojín de sueños.
Navega en dulce oleaje, ritmo sereno,
ritmo de olas perezosas el de tus pechos. De
cuando en cuando una grande, espuma al viento, suspiro que se te escapa
volando al cielo, y otra vez navegas lenta mares de sueño,
y soy yo quien te conduce, yo que te velo, que para que te abandones
te abrí mi pecho. |
¿Qué
sueñas? ¿Sueñas? ¿Qué buscan -palabras,
besos- tus labios que se te mueven, dormido rezo? Si
sueñas que estás conmigo, no es sólo sueño;
lo que te acuna y te mece soy yo, es mi pecho. Despacio,
brisas, despacio, que tiene sueño. Mundo sonoro que rondas,
hazte silencio, que está durmiendo mi niña, que está
durmiendo al compás que de los suyos copia mi pecho. Que
cuando se me despierte buscando el cielo, encuentre arriba mis ojos
limpios y abiertos.
|
|