| LA
HIEDRA
Sobre
la limpia claridad del muro va dejando la hiedra verdes rúbricas, sinuosos
caprichos, extensos garabatos. Sin olvidar la tierra y sus raíces crece,
trepa, se esfuerza, en alzarse tenaz a lo más alto en busca de destinos
que ella sólo conoce quizás inalcanzables, pero nunca imposibles.
Es hermosa su lucha por subir y subir, tapizar con sus hojas la pared
que la acoge y justifica, dejar humildemente el testimonio de su terca,
constante vocación.
| Cambiará
su verdor en el otoño por un rojo granate estremecido, y después,
tras el frío, se encontrará a sí misma renovada y un
poderoso impulso habitará sus venas vegetales para seguir su ascenso
a las alturas. Entre el rojo y el verde, su vida entera pasa y permanece, como
un silente río vertical sin mar donde morir, buscando el cielo. Esta
hiedra al frente de la casa es un perfecto símbolo. O
quizás, un ejemplo. Un espejo, quizás.
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