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Como si el amante fuese a alfombrar de besos todo su cuerpo. Ya lo cantaba la literatura amorosa egipcia: "Sus besos son como flores de loto". Sus caricias, vino exquisito que embriaga y transporta. Todos los sentidos se encienden en la fiesta de la ternura. Huelen afrodisíacamente los cuerpos enamorados, y pronunciar el nombre del amado perfuma hasta el aliento (1,3): | |||||
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-Mi rey, llévame contigo a tu palacio, a tu casa, a tu lecho. Allí gritaré, como Eva, desde la azotea del éxtasis: "¡Este sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Y vendremos a ser los dos una sola carne de amor (1,4)": | |||||
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La novia ha descubierto, en el juego del amor, el secreto de la felicidad que aquellos monjes de El nombre de la rosa ocultaban en las inaccesibles páginas de sus prohibidos, envenenados incunables. No se podían leer aquellos libros de humor, porque la risa era el gran pecado del hombre. Pero la amante del Cantar convocará a todos amigos, invitados, humanidad expectante, asombrado cosmos a sumarse a la fiesta de su encuentro. | |||||
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