Búsqueda en el fuego de la tarde | El segundo movimiento podría titularse Pastoril. En narración ingenua y dramática, protagoniza la escena una moza que calza sandalias cabreras y pide disculpas por el color oscuro de su piel: le ha besado la carne el recio sol de la sierra. Pero -pensamos- lo negro es bello, como las Vírgenes de Montserrat y Czestochowa, como la piel morena de bañistas en Ibiza. Lo negro es bello: como las carpas de beduinos tejidas con oscuro pelo de cabra, como los elegantes, grandiosos pabellones del Rey Sabio (1,5-6a): | ||||
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| El padre y los hermanos varones, ejerciendo la más severa autoridad, ordenan a la pequeña vigilar las viñas. Quien dice viña en aquella cultura patriarcal, entiende sexualidad femenina. Algunos refranes españoles identifican también viña y mujer. Así: mujer casada es viña vendimiada. Y también: malas son de guardar: la viña en septiembre, y las doncellas siempre. La novia del Cantar desafía esta opresión de los varones y se declara autónoma respecto de su cuerpo y su destino (1,6b): | ||||
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Alejada del amado, arriesga reputación e integridad física ¡una mujer sola, extraviada por el monte!, para volar a la soñada ternura de su pastor (1,7): | |||||
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Llega la respuesta del propio corazón, telepáticamente. En un abrevadero quizás de pozo, o a la sombra de una carpa, en la hora vertical de la siesta la estará esperando su amigo. Será fácil encontrarle persiguiendo en el camino las pisadas del rebaño, rastreando por el aire los suspiros de su alma (1,8): | |||||
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