Yo me vi bajo y blando
en las aceras

 

   

     

A lto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.

Y o vi lo más notable de lo mío
llevado del demonio, y Dios ausente.
Yo te tuve en el lejos del olvido,
aldea, huerto, fuente
en que me vi al descuido:
huerto, donde me hallé la mejor vida,
aldea, donde al aire y libremente,
en una paz meé larga y tendida.

P ero volví en seguida
mi atención a las puras existencias
de mi retiro hacia mi ausencia atento,
y todas sus ausencias
me llenaron de luz el pensamiento.

 

 

I nicia el poeta su discurso situándose en Orihuela, donde escribe, para remarcar mejor el contraste campo/ciudad (a favor del campo, sin una sola concesión). Y compara escaleras con barrancos, ascensores con cataratas. Juega alternativamente con el tiempo y el espacio presentes (huerto, campo en vísperas de Navidad), y un ayer de pesadilla que quisiera olvidar. Expresa a favor de la aldea una triple tensión: alto/bajo, rudo/blando, pleno/vacío. Mis flores, mis aires, mi río: en posesivo, como prenda de su verdadero ser, su prolongación. Y se dirige a la aldea, al huerto, a la fuente como a humanos que escuchan y comprenden. "Yo vi lo más notable de lo mío / llevado del demonio, y Dios ausente..."    

 
  
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