Pero
ella, que ya lo disfruta secretamente y no quiere que se lo roben, les facilita
sutiles, disfrazados caminos para encontrarlo. Pero nosotros estamos ya en el
secreto (6,2): |
Si
la noche de los desencuentros de nuestra pareja se cierra con esta renovación
de alianza (6,3), la noche oscura del alma en busca del Amado, de tantos buscadores
de Dios, alcanzará también la alegría del encuentro. Así
cierra Juan de Yepes su poema Noche oscura: "Quedéme y olvidéme,
/ el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme,
/ dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado (Noche oscura 8)".
Para
ilustrar cómo el amor de dos es parábola y lugar de encuentro del
amor de Dios (amor de dos, amor de Dios, reza nuestro refranero), vamos
a escuchar un bello soneto de J. M. Valverde (La oración de la noche),
en el que una pareja se duerme con la plegaria en los labios. Pero Dios vela
su sueño, y palpita por sus corazones enamorados: "Después
del día, el ruido, la fatiga, / rezamos un momento, en tanto un velo /
de sueño y de ternura nubla el cielo / y anega nuestro amor la noche amiga.
// Pero está bien así, que sólo diga / nuestra voz el comienzo.
Así el desvelo / de Dios os ve dormidos en su suelo / y con su piel de
sombra nos abriga. // Tú déjale venir, subir sin ruido, / crecer
de noche un río que mañana / habrá llegado al pie de
la ventana, / tú déjale fundirnos en olvido, / pero al dormirte,
siente cómo mana / y te besa su amor en mi latido" . (Y una madrugada,
José María, te nos fuiste a latir, arder, por las entrañas
del mismísimo Corazón de Dios.) |