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| En un inquietante movimiento erótico de distanciamiento/cercanía, ausencia/presencia, que tan bien juegan amantes que renuncian al pegoteo, a fusiones despersonalizadoras, el novio se retira discretamente del calor conyugal. Ella sufre de celos, de abandono, o presagia navajas en la noche (3,1s): | |||
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En la religiosidad cananea se celebraban ritos de ausencia, llorando diosa y devotos la pérdida de Baal. Pero con otras ceremonias, ahora de encuentro, festejaban, en primavera, el retorno del dios. La sexualidad de los fieles, reflejo de la sagrada unión de Baal y Astarté, producía el milagro de la fertilidad. Más allá de probables conexiones religiosas, nos interesamos por la enamorada del Cantar que busca desesperadamente a su perdido amante. Medio loca de amor como María Magdalena (Jn 20,11-18), pregunta por toda la ciudad (3,3-4a): | ||||
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Lo estruja entre sus brazos temblorosos. No hay reproches, pero resuena por las bóvedas de su corazón aquella balada triste: "¡Toda la noche esperando! / ¿Cómo no has venido, amor, / estando la luna clara / y el caminito andador?". | ||||
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¿Por qué esa porfía de la amante en llevar al amigo a su casa materna (3,4b), cuando en el ritual judío se consumaba la boda en casa del novio, o en el nuevo domicilio conyugal? Existe una sutil complicidad entre la fecundidad de su madre y sus propias expectativas de mujer. Miguel
Hernández ha cantado hermosamente a la transmisión de
la vida como amoroso abrazo de generaciones (Hijo de la luz y de la sombra):
"Con el amor a cuestas, dormidos o despiertos, / seguiremos besándonos
en el hijo profundo. / Besándonos tú y yo se besan nuestros
muertos, / se besan los primeros pobladores del mundo." | ||||
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Se duerme el esposo acunado por la amada, no sabemos si en la fecunda alcoba de su madre transmitiendo de nuevo la vida, o en el bosque, abanicados por brisa de árboles: "En mi pecho florido, / que entero él solo se guardaba, / allí quedó dormido, / y yo le regalaba, / y el ventalle de cedros aire daba" (SJCruz). Si en un primer momento la esposa no dormía de soledad y ausencia, la encontramos de nuevo desvelada, vigilando amorosa el apacible sueño de su amante (3,5). | ||||
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