1.
Cortejo
nupcial

3, 6-10
 
                 

Para comprender, para sentir la honda belleza, el fastuoso exotismo de este cortejo, distingamos el plano de realidad –dos humildes novios que se comprometen ante la comunidad como pareja– y el plano simbólico: más allá de apariencias, como en los cuentos de hadas, se trata de los esponsales y coronación de un rey y una reina. Sus acompañantes les protegen como guardia real. Y la sencilla litera es en realidad trono o tienda nupcial y hasta podría hablarse de palacio en miniatura donde, según cierta tradición siria y transjordánica, permanecerán sentados los esposos durante la semana de las celebraciones nupciales (3,7s):


¡E s la litera nupcial de Salomón
con su escolta de sesenta soldados,
los más valientes de Israel!
Todos llevan espada,
veteranos de muchos combates:
llevan la espada al cinto
por temor a sorpresas nocturnas.

Difícil de olvidar el festivo cortejo al anochecer de El violinista sobre el tejado, portando velas (Mt 25,1-13) en compañía del novio a casa de la novia y regresando alborozadamente, con ella en vuelo, hacia el nuevo hogar. En el Cantar (3,9-11) se detalla la riqueza del palanquín del rey sabio, evocando, sin duda, su lujosísimo desposorio con la hija del Faraón (1 Rey 9,16):


E l rey Salomón
se hizo construir un trono
de maderas del Líbano,
con columnas de plata,
respaldo de oro,
asiento de púrpura,
y el interior amorosamente recamado
por las doncellas de Jerusalén.

¡M uchachas de Sión,
salid a ver al rey Salomón
con la corona que le ciñó su madre
el día de su boda,
el día más feliz de su vida!

La reina madre –protagonista de nuevo la mujer– corona rey a su augusto hijo. En ciertas tradiciones de oriente medio atavían al novio con turbante en forma de real diadema o con verdadera corona, como en el rito ortodoxo, donde son coronados ambos contrayentes.
También entre nosotros se requiebra coloquialmente como reina o rey a la persona amada. Mirad, si no, el bello texto de una canción de la Montaña: "Amante, amante / amor, amor. / Tú eres la luna / yo soy el sol. / Tú eres la reina / yo soy el rey. / Tú coronela / yo coronel." También Neruda nos describe visionariamente, como en cuento de hadas, la secreta condición de su amiga (La reina, en Los versos del Capitán): "Cuando vas por las calles / nadie te reconoce. / Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira / la alfombra de oro rojo / que pisas donde pasas..."

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