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Acunada en sus brazos
8,3s

 


De nuevo el abrazo íntimo (ver 2,6), pero ahora en un contexto de infinita dulzura (8,3):


C on su izquierda sostiene mi cabeza,
con su derecha me abraza.

En el amor, todo es tremendamente serio, todo es luminosamente divertido. Ella le ha acunado, le ha cantado nanas, le ha colmado de besos. Y, ahora, es él quien juega a la mamá. Leopoldo de Luis, en las primeras estrofas de un bellísimo poema (La pareja), se imagina que él es fuerte, poderoso: "El mundo está desierto. / Mudo. Tú y yo arrojados / a un destino violento, / aquí, sobre la tierra, / abrazándonos ciegos. // Y entonces te recojo, / te amparo, te sujeto, / pequeña, débil, mía, / cobijada en mi aliento, / sostenida en mis brazos, / cubierta con mis besos."

Pero el amante tierno abandona su rol protector y se vuelve pequeño por la cálida cuna de los brazos de ella: "¡Qué poco puede el hombre! / Y me refugio en medio / de tanta soledad / en tu caliente cuerpo, / para que entre tus brazos / me mezas con tu tierno / amor. Niño asustado, / busco tu amor materno."

Finalmente sólo queda un único abrazo de niños perdidos: "Los dos en la tiniebla / abrazados, pequeños, / frente a la eternidad, / lloramos en silencio. / La noche continúa / mudamente ubriéndonos "

.Su bebé/esposo se ha dormido. Y ella, que lo vigila y protege, con el índice en los labios y voz de caramelo, advierte (8,4):


¡M uchachas de Jerusalén!
Os conjuro: ¡No molestéis,
no despertéis a mi amor
hasta que él quiera!

Allí te entregaré todo mi amor 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | Siguiente