"No
pasa un momento sin que lo mire y me ría, por muy serio que me encuentre,
viendo esa risa tan hermosa que le sale delante de los cortinones y encima del
catafalco ese en que está sentado. Esa risa suya es mi mejor compañía
aquí y cuanto más la miro más encuentro que se parece a la
tuya. Y los ojos, y las cejas y la cara entera. Este hijo nuestro, por quien no
debes perder el ánimo y la confianza en esta vida, es más tuyo que
mío. El otro era más mío..."
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U
n
mes después, en otra cariñosa epístola, la sorprende con
estas Nanas de la cebolla,"las
más trágicas canciones de cuna de toda la poesía española"
(Concha Zardoya). A Miguel le había afectado la noticia recibida días
antes de que Josefina sólo comía pan y cebolla (no cebolla sola,
como algunos confunden). Recordad la eterna frase coloquial contigo pan y
cebolla, que en este caso se hace trágicamente verdadera, aunque comenta
Josefina que tenía que alegrarse Miguel en aquellas circunstancias, al
saber que al menos comía algo de pan. ¿Y cómo prepararía
la cebolla? Hervida, según tradición local. Cuando
el poeta recibe la carta de Josefina, nos informa Francisco Esteve, Miguel "permaneció
recluido, con una gran depresión, en los dormitorios, sin salir al patio
de la prisión. Después de dos días de "autoreclusión",
apareció en el patio y recitó de memoria este poema a sus compañeros..."
Así explicaba Miguel en carta:
"Estos días
me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más
difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y
mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en
vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho,
ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros
o desesperarme..." |
E
ste
ramo de nanas está construido en doce estrofas con aire de seguidilla,
inusual poema largo para un género breve y festivo. Desdramatiza el autor
el contenido angustioso con la gracia del ritmo y la ternura de imágenes,
en ascética lumbre de verbos y sustantivos ermitaños. |