|
|
L
a cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días
y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y
redonda. | |
D escribe
la cebolla con verso gongorino. Pronto cantará su amigo Neruda, en sus
elementales odas, a la luminosa redoma de la cebolla, globo celeste..., copa
de platino..., estrella de los pobres..., redonda rosa de agua... Para Miguel
lo negro representa la negatividad, la noche, la muerte, lo rojo la sangre, lo
dorado el sol, lo puro, lo perdurable... (Y en su humilde paleta del Cancionero
apenas flotan otros colores; por eso nos sorprende y emociona el calificativo
de coloreado
para su hijo en la séptima estrofa.)
|
E
n la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla
se amamantaba. Pero tu sangre, escarcha de azúcar, cebolla
y hambre. | |
P
areciera
iniciarse un relato de cuento referido a tiempos remotos: hay que equidistanciarse
del dolor.
Pero
tu sangre...: se dirige al niño
de ocho meses como si comprendiera; este modo de comunicación era habitual
en su epistolario. Así le habla con diecinueve meses: "Manolillo,
hijo, bailaor, forzudo, cuqui de mis entrañajones, da ánimos a tu
madre. Pórtate como un hombre, que no se eche de menos en la casa mis pantalones.
Póntelos tú y un bigote postizo para que te respeten tu señora
mamá y tus tías..." |
U
na mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la
cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso.
| |
M iguel,
perito en lunas, refresca su octava Ubres,
poema al ordeñe de cabra en su etapa pastoril donde hablaba
de trojes de blancura, manantiales de lunas... Te
tragas la luna: ansiedad del
lactante devorador, que engulle la luna/pecho y su rayo blanco...
| |