L Cantar de los cantares es, ante todo, un libro de amor, amor de hombre y de mujer en diálogo. Les llamaremos sencillamente ÉL y ELLA, y representan en cierto sentido a todos los amantes. Por su fresco erotismo, alegría y ternura, candor, belleza, espontaneidad, como desprendidos de un lienzo naïf, se siente uno tentado a identificarlos como Eva y Adán en el paraíso. Se escucha, en ocasiones, el fervor de un CORO que acompaña a los protagonistas en sus sentimientos.


Así como la Biblia no es un libro sino una biblioteca, más que una canción el Cantar es un cancionero: canciones de amor, cantos de boda. Es posible regresar en algunos al reinado de Salomón e identificar en otros fechas más recientes: primitivas colecciones fueron asimilando nuevos poemas. Y es importante constatar que hay notables coincidencias entre estos versos y algunos otros de cultura próxima como la egipcia o siria. Aventuran los expertos que la redacción definitiva no debe extenderse más allá del siglo III a. C.

Me vienen a la memoria unos alegres versos de tuna: "La capa del estudiante / parece un jardín de flores: / toda llena de remiendos / de diferentes colores." Existe unidad en el Cantar (una sola capa) y variedad de situaciones, épocas, estados de ánimo (mosaico de colores). Mejor que hipotetizar un elaborado, coherente argumento para todo el libro, prefiero dividirlo en secciones e ir hilvanando poemas con sutiles, convencionales vuelos de aguja. Como las amigas de la joven Finn, en la película Donde reside el amor, que van confeccionando su colcha de boda a base de retales fervorosamente trabajados por cada una, pequeñas –pero vivas– obras de arte, que se irán ensamblando en encendido retablo de amor y de belleza.

 
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