ESDE
los primeros versículos nos seduce el milagro de un amor libre, lúdico,
sensual, comunicativo, ingenuo, personal... Los amantes enfatizan la mutua pertenencia:
"Yo soy para mi amado, y mi amado es para mí" (6,3).
En ningún momento se describen órganos o acciones abiertamente sexuales,
pero existe un divertido, sutil juego de simbolizaciones que, a modo de acertijo,
sugieren erotismo y complicidad. A
pesar
de su amplitud, merece la pena recordar algunas reflexiones del gran humanista
Marañón, en su libro Vida e Historia. Describe así
el paso evolutivo de hembra a mujer: "El
primer amigo profundo del hombre fue, sin duda, la mujer: la mujer incluso antes
de serlo, cuando era sólo hembra escogida al azar, para satisfacer el hambre
del instinto, a medida que éste urgía. Pero
una mañana remota y memorable, cuya fecha representa infinitamente más
para el progreso humano que todos los descubrimientos de nuestros siglos, ocurrió
este maravilloso suceso: al levantarse el hombre, bronco e hirsuto, de su lecho
de hierbas, después de haber cumplido la ley del instinto con la hembra
que estaba a su alcance, reposado por el sueño de esa tristeza que invade
al animal después de amar, se sintió transido de una tristeza mayor,
que era tener que abandonarla. Y volviéndose a ella, que aún
dormía, brilló en sus ojos, desde el fondo de las cuencas redondas,
por vez primera en la historia del mundo, una luz maravillosa que era el amor,
que sólo se enciende cuando el ímpetu del instinto se ha apagado,
porque se ha satisfecho. El hombre, triste de una tristeza nueva, comprendió
confusamente que aquel ser tan débil que dormía a su lado, era el
remedio a la soledad infinita, el remedio que no podían darle los otros
hombres llenos de músculos y de audacia. Su frente chata no podía
explicarse por qué. Pero entonces la hembra dormida, mujer desde
ese instante, despertó bajo el brillo de la nueva luz. Y con esa comprensión
súbita de las cosas geniales y trascendentes que sólo la mujer posee,
se levantó en silencio. Y, como si hubiera hecho simpre la misma cosa,
se fue con el compañero de la noche, para no separarse más. En ese
día, en verdad, es cuando Dios creó la especie del hombre sobre
el planeta ."
Poetiza don Gregorio
la iluminación de la mujer. Pero el relato bíblico de la creación
otorga protagonismo al varón que, al tomar conciencia de su radical soledad
y descubrir la presencia de la mujer, lanza gritos de alegría y se le escapan
las primeras palabras que registra la historia: "¡Esta sí que
es hueso de mis huesos y carne de mi carne!" (Gen 2,23). El Cantar de los
cantares, no es, en el fondo, otra cosa que ese grito de sorpresa y entusiasmo,
ese diálogo alternante de enamorados por el que, con piropos, arrullos,
exclamaciones, balbuceos, desmayos, preguntas, arrumacos, se están cantando
uno a otro lo mucho que se necesitan para vivir.
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