I
ensayo, que no pretende ser trabajo de alta investigación sino lectura
personal de psicólogo algo poeta, parte de un texto arcoiris, trenzado
con la mágica luz de las diez más hermosas versiones del Cantar
de los cantares, y con mis propios saberes de teólogo, de creyente sesentón.
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En
el texto del Cantar, dos hermosos muchachos se requiebran y arden con la pasión
de todo enamorado, en un paisaje sin figuras, en un tiempo sin otra historia que
los blancos latidos de sus abiertos corazones. Para equilibrar la ingenua ternura
de tan fascinados amantes, entrecruzo en mi ensayo otras dos voces, de hombre
y de mujer, poetas de nuestro tiempo que han vivido con prolongada intensidad
la gozosa, dolorosa, gloriosa aventura de sus respectivos amores: Miguel Hernández
y Ernestina de Champourcin, de noble y peligrosa biografía. "La perfección
moral no es la del paraíso terrenal nos explica Alberoni, o
del recién nacido que no sabe nada, y tampoco la del Príncipe feliz
de Oscar Wilde, que nunca había conocido el mal. La moral es tanto más
rica cuanto más se hunde en la vida, cuanto más impregnada está
de la dramaticidad de la vida. Cuando ella misma se convierte en intensidad de
vida ". I
niciemos ya la lectura de esta solemne Cantata a cuatro voces, de esta
Fuga para cuatro instrumentos, en la que a las románticas y juguetonas
olas de flauta y clarinete brizadas por recién inaugurados labios, se sumarán,
reposados y graves, el corno y el fagot de dos maduros corazones que tanto y tanto
ardieron de pasión y ternura. A los amantes de la poesia les sugiero asomarse
a mi publicación Amor y erotismo del Cantar de
los cantares, Nueva Utopía 1997, donde
apunto fascinantes paralelísmos de fuego lírico entre estos cuatro
juglares de la Vida, la Muerte y el Amor. |