ERO
vayamos a la gran pregunta: ¿no se habrá distraído el Espíritu
Santo al incluir en la Biblia un libro de erotismo? ¿Llegará a ser
alguna vez buena nueva para el hombre de hoy este desconcertante libro?
No
beneficia, desde luego, a su saludable comprensión la risa de las monjas
de Teresa, ni la delectación morbosa de los adolescentes de Salamanca,
ni las aguardentosas voces que lo tarareaban en tascas y juergas a comienzos del
siglo II. Oigamos la condena del rabino Aqiba: "Quien canturrea el Cantar
en las tabernas o lo trata como canción profana, no tendrá parte
en el mundo futuro." Karl Orff elevó a música culta un buen
puñado de poemas medievales, que también se cantaban en tabernas
y rondas. Su Carmina burana, como antología de canciones amorosas,
ofrece cierta semejanza con la capa coloreada del Cantar. Muchos
devotos incluyen el Cantar de los cantares entre las tres grandes obras de la
literatura sapiencial salomónica, junto a Proverbios y Eclesiastés
(o Qohelet). Si se comparan estos tres libros con la estructura del Templo de
Jerusalén, Proverbios sería el atrio, Eclesiastés simbolizaría
la sala grande del Santuario, y el Cantar lo más sagrado: "Todas las
escrituras son santas, pero el Cantar de los cantares es el Santo de los Santos".
El
rabino Jonatán ordenó estos grandes libros asimilándolos
a las etapas de la vida (Cantar de los cantares, Proverbios, Eclesiastés):
"Cuando el hombre es joven canta canciones, cuando se vuelve adulto repite
sentencias prácticas, cuando se hace viejo habla de la vanidad de las cosas"
. Veamos
otro texto de Aqiba, que podría desconcertarnos por su rotundidad. Nos
habla lo recordamos un doctor de la Ley: "Si no hubiéramos
recibido la Torá, el Cantar de los cantares habría sido suficiente
para guiar el mundo". Orígenes de Alejandría nos ilustra en
términos de felicidad: "Dichoso el que comprende y canta los cantos
de las Sagradas Escrituras nadie, en efecto, canta si no está de
fiesta pero mucho más dichoso el que canta y comprende el Cantar
de los cantares". |